28/5/10

La Intersección

Era una noche fresca, de esos frescos de un solo abrigo y un viento que sacudía levemente la ropa y el pelo; iba camino al almacén a tres cuadras del edificio donde vivo. Llegué a la intersección tantas veces recorrida y paré, dejé de caminar, como si fuera algo que nunca hice antes, como si fuera que nunca había parado de caminar. Levante la mirada, despacio, curioso; como si esto tampoco lo hubiera hecho antes. No se con precisión que fue. Quizás el viento que se supo hacerse escuchar, luego de que mis oídos olvidaran cómo hacerlo, o quizás la soledad de la calle, que encontró la manera de calar hasta lo más profundo, a pesar de que siempre estuvo así a esta hora de la madrugada. Sea lo que fuere, me detuvo, me aterrorizó y comenzó un vertiginoso aluvión de sensaciones que recorrían mi cuerpo como si fuera la primera vez. Y yo seguí quieto en esa esquina, mirando al vacío como una cámara desenfocada.

Entonces llegó el viento. Ese viento violento que ves llegar de lejos a través del polvo enojado que se levanta en su trayecto, al que sentís acercarse entre hojas y bolsas de basura, y finalmente, arañando los árboles los obliga a doblarse, para terminar golpeando el alma del desdichado que se encuentra en su camino. Desperté. El viento volvió a calmarse.

En la esquina opuesta, solitaria, apenas iluminada por un farol titilante, apareció una figura. No lo había visto, sino hasta ahora. Estoy seguro que apareció en uno de mis pestañeos. La figura tenía el cuerpo totalmente cubierto por un abrigo largo y cerrado, la cabeza tapada con una capucha. Comenzó a caminar hacia mi, con pasos ligeros y rápidos. No pude moverme, no podía dejar de mirarlo, ni gritar. Sólo lo miraba con la misma mirada vacía que tuve desde el inicio.

Llegó hasta mi. Se detuvo a mi derecha. Dirigió su mirada hacía mí. Yo no podía mirarlo, mis ojos seguían clavados en un punto invisible en medio de la intersección. Lo escuché respirar, despacio, dos veces. Logré abrir la boca, pero no pude emitir sonido alguno.

- ¡Despertá! - dijo susurrando; y en un movimiento de increíble fuerza y velocidad, sacó un cuchillo del abrigo y lo clavó en mí pecho izquierdo. Sentí algo punzante y helado, pero ni aún así pude desviar mi mirada o mover músculo alguno. La figura quedó ahí, con su mano en el cuchillo y el cuchillo en mi pecho. Entonces todo se volvió negro.

Desperté en mi cama, sudado y con los ojos cargados de lágrimas. Necesitaba cigarrillos. Sabía que no tenía ninguno en mi departamento. Igual revisé las cajas vacías al costado de mi colchón. Vacías, como era de suponerse. Me abrigué y salí.

Era una noche fresca, de esos frescos de un solo abrigo y un viento que sacudía levemente la ropa y el pelo; iba camino al almacén a tres cuadras del edificio donde vivo. Llegué a la intersección tantas veces recorrida y paré, dejé de caminar, como si fuera algo que nunca hice antes.


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Mi intento de hacer un guión. Veamos si se puede materializar esto.

1 comentario:

  1. Buenisimo, se parece mucho a un post que escribí al terminar como empezó, pero me gusto mucho, te transporta, ese es mi parámetro. Keep going.

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